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jueves, 18 de junio de 2015

EL DEPÓSITO O VIEJO LAVADERO





La vida, tal como la entendemos está basada en la presencia de agua. Todos nosotros somos mayoritariamente agua, alrededor de un 70%, pero más allá de la fuerza o actividad interna sustancial, mediante la que obra el ser que la posee, la vida del hombre como relación con sus semejantes también está muy ligada al agua desde tiempos remotos. Lugares de encuentro como los baños, fuentes, abrevaderos, pilones o pozos, son sitios de confluencia, relaciones y reunión. Y también los lavaderos.

Y  es  que  un  lavadero  fue  un  lugar  especial,  reservado  casi  en  exclusiva  a  la  mujer,  que tradicionalmente ha sido empujada a realizar trabajos ingratos como el de lavar la ropa, entre otros. Tantas horas dedicadas a este impagable oficio, propicia actividades paralelas. No pocas fueron las coplas y juegos de palabras, confesiones y desahogos, comentarios y pareceres de la crónica social.

A las afueras de Trujillo se encuentra un singular lavadero denominado El Depósito o Viejo Lavadero.  Aquí  las lavanderas  de  Belén,  Huertas  de Ánimas  y  Trujillo  se congregaron  para llevar a cabo su labor. Es un edificio perteneciente al último tercio del siglo XIX, con forma de “L”, de piedra y ladrillo y con arcos de medio punto que sostuvieron una cubierta, que será repuesta en breve, y que bordean una charca central.

Teresa, que es la lavandera que Antonio Reyes Huertas da vida en "La Promesa", protagoniza una historia de amor que adorna la cotidiana estampa de un lavadero.


 “Con el cabello alborotado, las ropas mojadas y con los ojos llenos de viento,
la moza temblaba restregando, al lavar, los dedos en el batidero de granito.” 



“Me has dicho que soy bonita,
yo no sé si lo seré,
pero si tú me lo dices,
bonita quisiera ser”


Impresiona  el  casi  centenar  de  pilas,  concretamente 94, alineadas  en  una  disposición  que evocan a un cementerio. Fueron testigo de numerosos secretos que aún conservan y amplían con las visitas de parejas que se dejan llevar por el amor ... y el placer también. Y ahí siguen, discretas, sin soltar una palabra, calladas como tumbas. 




















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